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Las Grutas de San Antonio

Ahora quiero platicarles sobre nuestra aventura por las grutas de San Antonio Eloxochitlan. Yo me considero un fanático de las cuevas, habiendo tantas en esta región, parece imposible no agarrarles un cariño.


Sin embargo incluso como mazatecos nativos de este lugar, la mayor parte de la población no conoce estos sitios, gran parte de este desconocimiento se debe principalmente a lo caro que resulta contar con el equipo adecuado de espeleología y la nula capacitación que tenemos para entrar a este tipo de lugares que aunque no resultan del todo peligrosos, si debemos de ser precavidos.


Encontrar este lugar, fue quizá un poco menos complicado que el cañón, ya que tuvimos la suerte de encontrarnos con un mototaxista oriundo de Eloxochitlan el cual nos dejó en la vereda exacta que se encontraba al pie de la carretera.


El trayecto estaba marcado, esto era un indicativo que las personas han transitado por este camino, y eso siempre da gusto porque el riesgo de extraviarnos es mucho menos. Un trayecto de aproximadamente media hora hacia arriba de la montaña, ese día era caluroso, el cansancio fue extenuante, las piernas las sentía a reventar, pero era más la emoción lo que me mantenía con energía para continuar. Entre varias pausas para descansar y tomar agua: LLEGAMOS.


Lo primero que vi, fue un gran agujero, un hoyo enorme entre la montaña, cual si fuese la boca de la misma. Sabía que lo interesante era entrar, que había algo que vería por primera vez y esa en una emoción tan increíble de describir.


Subimos un pequeño muro de piedra de quizá unos 4 metros de alto, nada complicado y ahí estaba, al fondo, una cueva con estalactitas tan altas que parecían monumentos, teníamos que bajar quizá unos 20 metros para empezar la exploración y así lo hicimos, no sin antes untarnos nuestro siempre poderoso “san pedro”, encender nuestras lámparas que alumbraban perfectamente y nuestros celulares, sabíamos que las tomas que encontraríamos ahí, serian espectaculares.



Todo fue tal como lo esperaba, los lugares obscuros, grandes y en tanto silencio resultan algo intimidantes, te hacen recapacitar en lo insignificante que eres ante la naturaleza, capaz de tragarte de un momento a otro, o quizá perderte dentro de una cueva en la obscuridad total, mil cosas podrían pasarte adentro y nadie podría salvarte, estábamos solos. Pero también esa sensación te ha sentir vivo, te vuelves a sentir humano y de cierta manera, valoras más tu existencia.


Exploramos 2 salas grandes, podría asegurar que es esas cuevas en algún momento vivieron personas o quizá era un tipo de centro ceremonial porque había grandes piedras que parecían estatuas.



Desafortunadamente ese día, nuestras lámparas se empezaron a descargar, nos habíamos confiado que aun tendrían carga, grave error. Por eso hay les va un tip: una de las claves para sobrevivir en una cueva, es la luz, siempre carguen sus lámparas y lleven unas extras, nunca está de más.


Salimos a la primera gran sala de la cueva donde la luz solar alumbraba completamente el lugar y tomamos muchas fotos sin ningún inconveniente. Después de un rato sabíamos que era tiempo de partir, queríamos regresar a temprana hora a Huautla. Así lo hicimos, salimos de la cueva, agradecidos porque nada malo nos sucedió, y muy entusiasmados, pues, habíamos descubierto un nuevo lugar para ofrecerles a nuestros visitantes.



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